INTRODUCCIÓN.
No resulta fácil escribir una “historia” del Campamento de la JAC de Úbeda, sobre todo por cuanto tiene de proyecto personal primero de Antonio Gutiérrez y luego, también, de Manolo Molina. Este personalismo se traduce en que gran parte de la historia del Campamento transcurre escondida, como un Guadiana, y tanto más escondida cuanto más se relajan las estructuras organizativas de la JAC y más personal se vuelve todo lo relacionado con el Campamento. Así, frente a los datos más o menos abundantes de los diez o quince primeros años de Campamento, conforme avanzamos en esta aventura los datos son más escasos, más parcos y más crípticos. Por eso, antes de continuar –y no sé si a modo de excusa de este humilde cronista– es necesario realizar una serie de puntualizaciones.
Primera. La historia de lo que hoy conocemos como Campamento de La Barrosa es un poco y un todo la historia de la Acción Católica de Úbeda. Por eso es imposible entender el surgimiento, la consolidación y el desarrollo de ese Campamento sin aproximarnos, siquiera someramente, a la propia historia de la Juventud de Acción Católica en Úbeda, que salpicará la historia del Campamento, marcando sus propias dinámicas y quedando marcada por la dinámica del Campamento, por su vitalidad y por su impulso, hasta tal punto que no es aventurado decir que es el Campamento surgido del afán y del entusiasmo de Antonio Gutiérrez el que finalmente salva de la desaparición a la JAC ubetense.
Segunda. En esta breve historia del Campamento, por lo tanto, se ha creído conveniente comenzar con una aproximación a la historia de la JAC, marcando dos periodos claramente definidos: el primero, que abarcaría desde su fundación hasta 1954, y el segundo desde esta fecha –que coincide con la entrada de El Viejo en la directiva de la JAC, lo que supone un verdadero revulsivo– hasta la actualidad. Como todas las divisiones esta es arbitraria, pero tras la lectura –no exhaustiva– del archivo histórico de la JAC de Úbeda estoy convencido de que hay un antes y un después de El Viejo en ese movimiento juvenil.
Tercera. Por último tenemos que considerar las propias limitaciones encontradas para realizar esta pequeña historia del Campamento de la Acción Católica de Úbeda. En realidad son limitaciones que crecen conforme avanzamos en los años: de lo más cercano es de lo que menos datos existen. Así, los libros de actas y las Memorias de Curso de los años cincuenta y sesenta ofrecen multitud de datos que permiten reconstruir una historia del Campamento, con todas las carencias que esos datos presentan. Pero a partir de los años 70, cuando parece perderse la estructura de la JAC, los datos son mucho más fragmentarios y los libros de actas reducen mucho su información. Por eso, estos breves apuntes para una historia de nuestro Campamento son más prolijos cuanto más retrocedemos en el tiempo.
LOS PRIMEROS AÑOS DE LA JAC DE ÚBEDA.
El 11 de octubre de 1934 un grupo de piadosos jóvenes católicos de Úbeda se reúnen en la sacristía de San Nicolás y, dirigidos por el párroco D. Cristóbal Herrador Molina –que sería el primer Consiliario del Centro–, fundan la Juventud Masculina de Acción Católica. Entre aquellos jóvenes se encontraban Juan Pasquau, Antonio Vico y Andrés Escalzo, que será elegido primer Presidente de la JAC de Úbeda. Muy pocos meses después la incipiente estructura organizativa de la JAC es desbaratada por la guerra civil, y los la JAC desaparece si bien sus miembros realizan algunas actividades clandestinas, tales como ayudar a los sacerdotes que a escondidas reparten la comunión entre enfermos.
Terminada la guerra, vuelve a reorganizarse el 3 de junio 1939, bajo la Presidencia de Baltasar Muñoz Lara. El discurrir de esta JAC es monótono y no pasan de ser un grupo piadoso más de cuantos existen en un momento de exaltación católica. Su actividad no se diferencia de la de otros muchos grupos católicos de Úbeda y su escasa presencia pública contrasta con el auge e impulso de movimientos como el cofrade, que durante los años cuarenta asiste a un renacimiento y esplendor desconocidos.
El 1 de marzo de 1944 D. Rafael García García, Obispo de Jaén, dicta un Decreto por el que ordena la desaparición del Centro Interparroquial de la Juventud Masculina de Acción Católica de Úbeda y la creación de cuatro centros independientes, adscritos a cada una de las parroquias entonces existentes (San Nicolás, San Pablo, Santa María y San Isidoro). El remedio fue, sin duda, peor que la enfermedad y la escasa vida de la JAC de Úbeda amenaza con extinguirse con esta arbitraria decisión episcopal. Tanto es así que el 2 de mayo de 1945 los cuatro presidentes de los centros parroquiales piden conjuntamente al Obispado que se vuelva a reunificar la JAC de Úbeda, a lo que se accede desde Jaén.
Esta decisión permite un tímido renacer de la JAC de Úbeda, cuyo Centro Interparroquial pasa a tener su nueva sede en la que hasta entonces lo había sido del Centro de Santa María, en la Calle Postigo nº 4. Desde este momento, el Centro pasa a denominarse oficialmente como Centro Interparroquial de la Juventud Masculina de Acción Católica “Virgen de Guadalupe”, bordándose la bandera que aún se conserva.
En estas dependencias realizará la JAC su labor hasta que en la primavera de 1948, durante la visita pastoral que realiza a Úbeda el Obispo D. Rafael García, los Jóvenes de Acción Católica le piden que se les cedan los locales del antiguo convento de L a Trinidad. Cedidos por el Obispado, pasan a ser ocupados por la Juventud Masculina de Acción Católica, que durante años se encarga de su restauración, acondicionamiento y mejora.
Durante estos años cuarenta y la primera mitad de los cincuenta, aunque la JAC de Úbeda mantuvo una estructura consolidada y varias vocalías que desarrollaban su trabajo con corrección (Piedad, Aspirantado, Estudio, Catequesis…), la labor general de la JAC es limitada y su repercusión en la vida general de la ciudad, casi nula. La JACE era un grupo religioso más en una época en la que florecían este tipo de asociaciones. Grupos de jóvenes piadosos que realizaban actos de oración y que practicaban obras de caridad las había en cada parroquia, en el interior de las propias cofradías o en las asociaciones de laicos ligados a las órdenes religiosas como los carmelitas, los jesuitas o la Comunidad de Hermanas de la Caridad del Hospital de Santiago. Durante tres lustros, pues, la historia de la JAC discurre sin brillo y casi sin repercusión y de no haber sido por el terremoto que supone la entrada de Antonio Gutiérrez –y, desde luego, por el Campamento– esa lánguida JAC de la postguerra habría acabado desapareciendo durante la crisis del papado de Juan XXIII, como ocurrió con otros muchos centros de Acción Católica en toda España.
ANTONIO GUTIÉRREZ O LA REVOLUCIÓN EN LA JAC DE ÚBEDA.
Se ha señalado más arriba: el discurrir anodino de la JAC de Úbeda comienza a romperse cuando un joven llamado Antonio Gutiérrez, que había perdido a su novia meses atrás, entra a formar parte de su estructura. Antonio pasa a ser el mayor de los jóvenes que forman el Centro y por eso, desde muy pronto, pasa a ser conocido como “El Viejo”.
El Viejo venía ayudando ya en Cáritas Parroquial de San Isidoro, pero a partir de su entrada en la Junta Directiva de Acción Católica el 12 de octubre de 1954, como Vocal de Caridad –vocalía hasta entonces limitada a muy pocas actuaciones y muy poco ambiciosas–, comienza la “revolución” en la vida interna y la presencia social de los Jóvenes de Acción Católica. Y es que el dinamismo vital de Antonio Gutiérrez se transmite a su Vocalía, que se convierte en centro gravitatorio de la Directiva, y desde ahí hasta el conjunto de la JAC. Durante los años 1955 a 1960 la Vocalía de Caridad lleva a cabo una espectacular campaña de ayuda a los más necesitados, que incluye el reparto de medicinas, la búsqueda de alojamiento de enfermos terminales en el Centro de El Neveral y de enfermos mentales en el Sanatorio de Los Prados, visitas a ambos centros que se mantuvieron hasta comienzos de la década de 1990, campañas de recogidas de juguetes, que aún se mantiene, pago de consultas médicas, recogida de ropa y alimentos. Igualmente se organizan constantes salidas para la recogida de donaciones de sangre, en lo que es el germen de la Hermandad de Donantes de Sangre, que El Viejo fundaría en los años 70. En muy poco El Viejo y la Vocalía de Caridad de la JACE –Antonio, en su ayuda a los que menos tienen, se hace acompañar de chavales de la JAC que a su lado aprenden el sentido de la solidaridad– se convierten en un referente fundamental para todas las clases humildes de Úbeda. Las campañas de caridad se seguirán desarrollando de manera arrolladora a lo largo de los años siguientes, hasta que a mediados de los 60 esta labor desarrollada por la JAC pasa a ser desarrollada por la recién fundada Cáritas Interparroquial de Úbeda, de la que El Viejo será miembro fundador y referente.
La siguiente vuelta de tuerca en la “revolución” de la vida de la JAC se producirá cuando, a lo largo de 1957, El Viejo asuma la vocalía de Deportes y la Delegación de Aspirantes. En la Vocalía de Deportes, desborda cualquier previsión y desde el primer momento se vuelca en la organización de actividades, sobre todo campeonatos de fútbol que llevan a los equipos surgidos den la JAC más allá de los límites de Úbeda, participando en torneos provinciales y regionales. En la Delegación de Aspirantes ocurre lo mismo: pasa a ser encargado de los niños y adolescentes que se forman para ser miembros activos de la JAC y los implica en un proyecto ilusionante. Ya no se trata sólo de ir a reflexionar al Centro o de participar en las sabatinas en honor de la Virgen de Guadalupe: de pronto hay algo más, de pronto hay excursiones en las que se aprende el valor de la convivencia y la camaradería, de pronto hay que ir a visitar a enfermos o a llevar juguetes a niños que no tienen nada, de pronto hay equipos de fútbol…
Estoy convencido de que la labor que El Viejo realiza como vocal de Caridad y de Deportes y como Delegado de Aspirantes, entre 1954 y 1959 es fundamental para explicar la posibilidad del Campamento de Acción Católica. En esa labor de Antonio Gutiérrez está el germen que explica que surja un grupo de jóvenes implicados con el proyecto del Campamento. La vitalidad que El Viejo imprime a las áreas que coordina dentro de la directiva de JAC –a partir de octubre de 1958 Manolo Molina y Antonio Cruz se suman a esa directiva y en gran medida al proyecto y a la visión de Antonio Gutiérrez– suponen el caldo de cultivo necesario para que el Campamento pueda ser y pueda ser con tanta fuerza que, al final, acabe convirtiéndose en el elemento que rescata a la Acción Católica de Úbeda de la crisis que vive en otros muchos lugares.
LA EXPERIENCIA DE BURGOS.
A lo largo de 1958 y sobre todo en la primavera y el verano de 1959 la Delegación de Aspirantes organiza una serie de excursiones, que básicamente consisten en llevar a los niños aspirantes a bañarse al Guadalquivir. De entre todas esas excursiones destaca la organizada en los primeros días de julio de 1959, que puede considerarse, en realidad, como la primera experiencia de campamento de la JAC de Úbeda: El Viejo y un grupo de cincuenta niños se desplazan durante unos días –¿un fin de semana?– a la playa de Motril. Aquel viaje, aquella excursión, tuvo un coste de 7.500 pesetas.
Seguramente la experiencia fue tan positiva, que el Consiliario del Centro, el Padre José Fernando, y el propio Antonio Gutiérrez, enterados de que la Comisión Diocesana de la Juventud de Acción Católica de Burgos organiza un campamento en tierras castellanas, deciden tramitar la solicitud para participar en él. Y así, en agosto de 1959 el padre José Fernando, El Viejo y diecinueve aspirantes se marchan al Campamento Diocesano de Formación “Santa María La Mayor”, de Burgos, donde trabarán amistades que en años posteriores ayudarán a la organización de un campamento propio para la JAC de Úbeda y donde, sobre todo, vivirán experiencias inolvidables que convertirían en perentorio el contar con ese campamento propio al que se dedicarán los mayores esfuerzos. Aquel primer campamento tuvo un coste de 19.500 pesetas. Como anécdota cabe señalar que cuando llevaban unos días en Burgos, el padre José Fernando se marchó a unos ejercicios espirituales y dejó a El Viejo sólo a cargo de los chiquillos que habían llevado.
En 1960 se celebran las Bodas de Plata de la JAC de Úbeda con multitud de actos. Ese año la Delegación de Aspirantes, capitaneada por El Viejo, visita por segundo año consecutivo el Campamento burgalés de Acción Católica. En esta ocasión asisten treinta y dos aspirantes y el coste de la experiencia fue de 43.545,40 pesetas, que no salieron de las arcas de Acción Católica, a las que, en realidad, el Campamento les reportó unos beneficios de tres mil pesetas. Y que El Viejo, con la intención de poder asumir el coste de la participación en el Campamento de Burgos, había estado todo un año recogiendo donativos, estableció una pequeña cuota de asistencia y organizó una rifa que fue todo un éxito. Curiosamente fue el mismo Antonio Gutiérrez el ganador de la rifa, pero renunció al premio, que pasó a engrosar la cuenta de dinero necesario para poder organizar el campamento.
Más allá de lo positiva que debió resulta la experiencia de la participación en el Campamento de Burgos, levantando en El Viejo el deseo de organizar un campamento particular de la JAC ubetense, aquellos dos años tuvieron que servir para trabar amistades importantes que permitieron el posterior desarrollo de nuestro Campamento. Los datos, en este sentido, son muy imprecisos y parcos, pero se conserva algún dato que permite aventurar la tesis de que el apoyo de los cuadros de mandos del Campamento de Burgos fue fundamental para el despegue de la aventura del Campamento. Y es casi seguro que dos jóvenes de la Acción Católica de Burgos estuvieron presentes en el campamento de 1961, en Málaga. Así se desprende de la carta que, con fecha de 4 de marzo de 1962, un tal Ángel –desgraciadamente no figuran sus apellidos–, de la Delegación Diocesana de Aspirantes de Burgos, le escribe a “Guti”. Debían haber trabajo amistad en los veranos del 59 y 60, y Ángel le manifiesta la alegría que le causa el que Úbeda “haya decidido formar un campamento propio”. Aventura que los inicios serán difíciles, pero deja claro que merece la pena intentarlo. Más allá de eso, lo más interesante de esa carta es lo que refleja en relación con la organización del campamento de ese año: según se desprende de la carta, El Viejo le había pedido a Ángel que enviase gente para asesorarlos en las muchas cuestiones relacionadas con la organización de un campamento, pero su amigo burgalés le responde que le resulta imposible y que tal vez pueda encontrar ese apoyo en otras diócesis. Y habla de la añoranza del verano de Málaga, frente al mar, lo que significa que los Aspirantes de la Acción Católica de Burgos fueron los primeros en la larga cadena de amigos que a lo largo de cincuenta años han prestado su apoyo a nuestro Campamento.
La experiencia del verano de 1960 debió ser tan positiva, que en la acostumbrada renovación de la Junta Directiva de cada 12 de octubre, se nombra un Organizador de los Campamentos, que pasa a ser José Cerezuela Aparicio, que se mantendría en el cargo hasta junio de 1961. No debió ser muy efectiva su labor, pues, como veremos, El Viejo, que era Delegado de Aspirantes, siguió capitalizando la realización de todas las tareas necesarias para contar con un campamento en el verano siguiente. En cualquier caso ese nombramiento es significativo por una cosa: porque señala que ya había en la JAC de Úbeda una clara vocación de mantener la experiencia de los campamentos de verano, trabajando en una dirección propia.
EL CAMPAMENTO VOLANTE: MÁLAGA, MARENY, EL PERELLÓ.
Juan XXIII, el Papa Bueno, fue elegido por el cónclave de cardenales como un Papa de tránsito: como era viejo nadie esperaba que revolucionase la Iglesia después del largo y controvertido papado de Pío XII. Y sin embargo ocurre todo lo contrario: a penas tres meses después de ser elegido Papa, y tras unas reformas iniciales cargadas de simbolismo y con gran carga de profundidad, el 25 de enero de 1959 anuncia a una Iglesia sorprendida que se convoca un concilio ecuménico, el que pasará a la historia como Concilio Vaticano II. El Papa era consciente de la esclerosis que afectaba a la Iglesia, de su lejanía de los problemas del mundo, de la necesidad urgente de una puesta a punto. Este afán de cambio, va a tener inmediatas repercusiones en los grupos de fieles de la propia Iglesia.
La Acción Católica va a ser uno de esos grupos de seglares que más sufran la crisis de identidad de los años sesenta. Cierto es que, a nivel general, el final de la década ya marca un agotamiento del proyecto de Acción Católica, demasiado apegado a las directrices de la jerarquía y –tal vez por eso– cada vez más alejado de las nuevas formas de transmisión del Evangelio y estar en el mundo que reclama Juan XXIII. Pero a raíz del anuncio papal, la crisis se agudiza: es como si de pronto la Acción Católica descubriera que en realidad no aporta nada a la Iglesia renovada que el Papa quiere.
También en la Acción Católica de Úbeda se percibe esa crisis. En la década de 1960 desaparecen las ramas de hombres y mujeres, y en el propio Centro de la JAC se percibe, desde 1960, una sensación de crisis, que se imputa a la falta de inquietud por parte de los jóvenes y, también, a la falta de Consiliario. Curiosamente –y según los documentos consultados– las únicas vocalías en las que el trabajo y la actividad no decae, sino que antes al contrario se notan llenas de vitalidad, son aquellas coordinadas por Antonio Gutiérrez o directamente relacionadas con su proyecto. O sea, curiosamente aquellas vocalías que se implican en un trabajo diario y constante con los jóvenes, abriendo horizontes y en plena sintonía con el nuevo tiempo que el Papa quiere poner en marcha. Es como si El Viejo hubiera sabido adelantarse al Concilio.
Pero la apuesta de Antonio Gutiérrez por entender la tarea de Acción Católica de otra manera, encontrará oposición en los órganos directivos de la JAC de Jaén. Si bien es cierto que el Centro de Úbeda funciona de manera cada vez más autónoma e independiente, hemos podido comprobar como la tarea de El Viejo causa malestar en Jaén a lo largo de toda la década y por muchas cuestiones. El primer roce se produce en 1962, cuando desde Jaén le llaman la atención a Úbeda por las excursiones organizadas por la Delegación de Aspirantes: literalmente se dice que no todo debe ser buscar dinero –es fácil adivinar que las excursiones eran un medio para allegar fondos al Centro– y que esas excursiones pueden generar situaciones que pongan en entredicho el buen nombre de Acción Católica. Detrás de esta andanada es fácil adivinar un malestar: la Comisión Diocesana de Acción Católica, que se enfrente a una crisis generalizada, constata que los nuevos métodos utilizados en Úbeda mantienen la pujanza de ese Centro y son conscientes de que no lo pueden controlar, lo que asusta en un país que por entonces estaba tan acostumbrado a una estructura rígida de mando y jerarquía.
La visión de El Viejo va más allá de estos aspectos: incluso incide, por ejemplo, en el plano cofrade, por ejemplo. Ya desde su entrada en la Directiva de JAC El Viejo había encabezado la propuesta de realizar un Vía Crucis en Semana Santa –parece ser que se realizaba el Miércoles Santo– con grupos de jóvenes. Unos años después surge la propuesta de crear la Cofradía del Cristo de la Juventud, que queda aparcada en la Directiva del 7 de abril de 1961 hasta tres jóvenes del Centro se responsabilicen plenamente de la iniciativa. Iniciativa que no llegaría a materializarse pero en la que es posible ver los antecedentes directos de la Cofradía del Cristo de la Noche Oscura, que, adaptándose a los aires conciliares de la Iglesia, rompe con la tradición cofrade ubetense.
La “revolución” de la JAC de Úbeda es ya imparable en 1960 y a medida que la vida del Centro decae –en realidad decaen las áreas ligadas a la visión antigua de la JAC– la labor de El Viejo se convierte en el eje en torno al cual se articula, cada vez más evidentemente a los ojos de todos, la vida de la JAC de Úbeda. Las referencias al trabajo y a la labor desarrollada por El Viejo con los aspirantes o en caridad o en los campamentos son constantes en toda la documentación de esos años.
El Campamento, en este sentido, no es más que un medio nuevo para renovar la Acción Católica, una herramienta para revitalizar algo agonizante. Lo curioso es como toda la vida del Centro parece ir compaginándose para completar el puzzle que supone la apuesta de Antonio Gutiérrez: las circunstancias de la JAC de Úbeda empujan en la dirección de El Viejo, y eso le permite sobrevivir a la crisis.
El año 1961 se inaugura con una de esas circunstancias favorables a las tesis de El Viejo. Tras la dimisión del Presidente del Centro, Antonio Escalzo Martínez, Manolo Molina –que entiende, como El Viejo, la urgencia de la renovación y superación de lo anterior– se hace cargo, interinamente, de la Presidencia, hasta que el 12 de octubre sea nombrado oficialmente Presidente. El Viejo ya tiene un apoyo fundamental dentro de la Directiva. El siguiente apoyo llegará muy pocas semanas después, cuando D. Diego García Hidalgo, párroco de Santa María, sea nombrado Consiliario del Centro. Y es que don Diego y, sobre todo, su hermano don Manuel serán fundamentales para consolidar el Campamento de la JAC durante los años 60. En ellos, encuentra Antonio Gutiérrez un estímulo constante y un apoyo sin condiciones: están convencidos de que la obra de El Viejo es una obra necesaria, y don Manuel acompañará a El Viejo en muchas ocasiones en sus viajes para encontrar terrenos donde instalar el Campamento y muchos años serán capellán del mismo.
Todas estas circunstancias favorables facilitan el trabajo de El Viejo durante la primavera de 1961. El 17 de febrero, había comunicado a la Junta Directiva su intención de llevar a cuarenta aspirantes a veranear a Málaga, y pidió permiso –que obtuvo– para viajar a dicha capital en Semana Santa y entrevistarse con el Gobernador Civil y otras autoridades para facilitar todo lo relacionado con el asunto. Realiza el viaje en compañía de dos jóvenes –cuyos nombres no se citan en la Memoria ni en las actas– y el 7 de abril pone en conocimiento de la Directiva que se han hecho gestiones para realizar la “colonia aspirantil de verano”, pero que no hay nada definitivo porque deben esperar la respuesta de la Dirección General de Enseñanza Primaria.
Dieron resultado todas las gestiones y un segundo viaje a Málaga, más avanzada la primavera, pues en el mes de agosto se celebra el primer campamento “independiente” de la Acción Católica de Úbeda, que pomposamente se denomina como “Campamento Autónomo de la Juventud Masculina de Acción Católica de Úbeda”. La realidad, sin embargo, fue menos fastuosa y tal vez ese fue el Campamento en el que más penalidades se tuvieron que soportar.
El Campamento se celebró en pleno casco urbano de Málaga, en el barrio Huelín, no muy cerca de la playa, en una escuela dotada con capilla y con dependencias más o menos apropiadas para un campamento. En la evaluación que se hace en las juntas directivas del otoño, se reconoce abiertamente que el campamento no estuvo mal dadas las condiciones, pero que había que mejorar para años posteriores, lo que vuelve a darnos idea de la determinación que ya existía de que el Campamento se mantuviese en el tiempo.
Aquel Campamento Autónomo de 1961 estuvo formado por treinta y seis acampados, cuatro cocineras, don Manuel García Hidalgo como Capellán, El Viejo como Jefe de Campamento y como mandos –desconozco si entre estos nombres se incluyen los dos burgaleses que acompañaron aquel Campamento– Manolo Molina y Antonio Cruz –es el primer año que asisten–, Manuel Barranco, Bonifacio de la Cuadra, José Antonio Rodríguez, Francisco Madrid y un tal Alejandro.
El Campamento Autónomo seguiría coleando unos meses, pues en la Directiva del 13 de octubre, cuando El Viejo lee las cuentas, se produce una discusión acalorada –las actas no dicen por qué–. Al final, dice el Secretario, “todos (por decirlo así) quedaron conformes con Antonio Gutiérrez”.
Un día antes, y según costumbre, se había producido la renovación de la Directiva, en la que Manolo Molina es oficialmente Presidente –además de Tesorero y Vocal de Catequesis–, Antonio Cruz pasa a hacerse cargo de la Delegación de Aspirantes y El Viejo pasa a ser Vocal de Caridad y responsable de la nueva Vocalía de Campamentos. Este dato ya sí supone un salto adelante definitivo: la JAC de Úbeda asume como algo fundamental para su vida interna y para su proyección en Úbeda el contar con un campamento. La experiencia de los tres años anteriores es tan positiva que en los próximos años el Campamento se convertirá en el centro de la vida de los jóvenes de Acción Católica.
Desde la flamante Vocalía de Campamentos comienzan pronto los preparativos para el Campamento de 1962, que El Viejo traslada a tierras mediterráneas.
En Valencia se ubicaba la Delegación Nacional de Aspirantes de Acción Católica. Desconocemos cómo contactan los ubetenses con el grupo valenciano –posiblemente en alguna asamblea nacional o a través del grupo de Burgos–, pero las relaciones son extraordinarias desde el principio. En febrero de 1962 El Viejo había escrito a José Pedro Miró, del Consejo Diocesano de la JAC de Valencia, pidiéndole colaboración para el Campamento “Santo Rostro” que estaban organizando desde Úbeda. El 4 de marzo, Miró le responde que no es posible ofrecer esa colaboración, porque la JAC valenciana está inmersa en la organización de sus siete turnos de campamento, pero le invita a que se sumen a esos campamentos suyos, aunque con plena independencia organizativa.
La propuesta no debió gustar en Úbeda, porque en realidad habría supuesto una marcha atrás en el proyecto de crear un Campamento propio. Además, la propia denominación del Campamento de ese año nos da pistas sobre las pretensiones de El Viejo y Manolo Molina durante ese tiempo: conseguir que el Campamento que se estaba creando en Úbeda tuviera el carácter de Diocesano y fuera el de la JAC de toda la diócesis de Jaén, aunque organizado y controlado desde Úbeda. Por eso se lo denomina como del “Santo Rostro”, en clara referencia a esa vocación provincial. En cualquier caso, El Viejo sigue rastreando apoyos por la Acción Católica de Valencia. Y topa con Victoriano Gigante Gálvez, Delegado Nacional de Aspirantes, un joven de 24 años con el que traba una profunda amistad y que es una de las personas más importantes en la historia de los primeros años del Campamento de Úbeda.
La búsqueda de un sitio para el Campamento de 1962 se hace a marchas forzadas, una vez que se deshecha la propuesta de la JAC valenciana. En varias ocasiones El Viejo y don Manuel se desplazan a Alicante, pero no encuentran sitios apropiados para instalar el Campamento, bien por falta de espacio, por lejanía del mar o, sencillamente, porque cerca hay “focos” del incipiente turismo de sol y playa y tanto El Viejo como don Manuel consideran que la influencia de los turistas –y sobre todo las turistas extranjeras– puede no ser muy beneficiosa para los niños y jóvenes. Así lo reconocen abiertamente en la carta que le escriben el 8 de junio a Victoriano Gigante, donde dicen que se han recorrido toda la Costa Blanca sin encontrar un sitio adecuado, que en San Juan había unos terrenos propiedad del alcalde que podrían haber servido, pero que cerca había muchos extranjeros y que “el ambiente es muy moderno y no es bueno para la formación de acampados”. Desesperados porque a esas alturas todavía no tienen sitio, le piden a Gigante utilizar el campamento de los Aspirantes de Valencia, cosa que por los motivos que fuese no pudo ser. Pero Victoriano Gigante debió ofrecerse para buscar un sitio alternativo y adecuado.
Y lo consigue, evitando viajes y molestias a El Viejo. Así, el 30 de junio de 1962 –a penas tres semanas antes del inicio del Campamento, que se denomina Campamento Volante “Virgen de Guadalupe”– le escribe a El Viejo y le dice que ha encontrado un sitio en Mareny de Barraquetes, un pequeño pueblecito de pescadores situado junto al mar, con una playa espléndida que está a 500 metros de una zona vallada en la que se pueden instalar las tiendas de campaña. Junto a esta zona habría una pequeña escuela, que podría servir para usar las duchas y los W.C. Le pide que urgentemente se ponga en contacto con el párroco de Mareny, que se ha ofrecido para facilitar toda la labor.
Debieron realizarse todos los contactos con carácter de urgencia, porque a las nueve y media de la noche del 24 de julio parten hacia Mareny –en autobús hasta Linares Baeza y desde allí en tren hasta Valencia donde llegan a las 10 de la mañana y donde son recogidos por un autobús dispuesto Gigante–, en una expedición antológica que carga todos los bártulos necesarios para el desarrollo del Campamento –se habían adquirido diez tiendas de campaña, más otro material como perolas y similares–, sesenta acampados, más don Manuel, las cocineras, los monitores y El Viejo. Sabemos que aquel Campamento “Santo Rostro”, que duró veinte días y en cuyo montaje colaboró la gente de la JAC de Valencia, costó 51.425 pesetas y que cada acampado pagó una cuota de 800 pesetas y que El Viejo consiguió recaudar 10.725 pesetas en donativos de particulares, que vendió 20.000 pesetas de lotería para los sorteos extraordinarios de abril y mayo y que el 1 de abril organizó un festival benéfico en el Teatro Ideal Cinema, en el que destacó la actuación del grupo Cuatro Vois, formado por jóvenes del Centro.
Volvieron a contar en ese Campamento con la presencia de amigos burgaleses, entre las que cabe destacar la de José Antonio Rodríguez Temiño, hombre destacadísimo en la historia reciente de Burgos, al que El Viejo le escribe el 19 de julio. Le agradece su presencia en el Campamento, y resalta que es eso, un campamento y no una colonia, porque ya se hace con tiendas de campaña, y le da datos sobre el lugar y demás.
La experiencia debió ser mucho más positiva que en años anteriores, pues nada más renovarse la Junta Directiva el 12 de octubre de ese año –Manolo Molina sigue siendo Presidente y Tesorero, El Viejo reúne en su persona la Delegación de Aspirantes y las vocalías de Caridad y Campamento–, comienzan las gestiones para organizar el Campamento de 1963. En realidad, las gestiones habían comenzado ya antes, el 20 de septiembre. Ese día se ponen en contacto con el párroco de Cristo Rey, de El Vivero, junto a Palma de Mallorca, al que le piden información para estudiar la posibilidad de llevar allí el Campamento. El párroco debió ponerlos en contacto con la Casa de la Sagrada Familia, de Palma, pues el 30 de noviembre les escriben desde esta institución diciéndoles que es difícil encontrar sitios en las Baleares que no estén “infectados” por el turismo, y les recomiendan una playa, en Ibiza, cercana al Seminario y en la que no hay turistas porque está llena de piedras.
Pero, ¿por qué surgió la idea de cruzar el charco hasta las Baleares? El Campamento era algo con una demanda creciente, pero no estaba todavía al alcance de todos los niños y jóvenes de la época. Y durante el verano y el otoño de 1962 se habían planteado en el seno de la Directiva la posibilidad de organizar dos campamentos: uno, más caro, para niños de familias pudientes, del que pudieran sacarse fondos (este sería en las islas) y otro, más barato y pagado en parte con el remanente sobrante del anterior, para niños de familias humildes. La idea, por suerte, no cuajó. Y se siguió trabajando en un único Campamento, que integraba niños de todas las clases sociales y, que nuevamente, volvería a organizarse en tierras valencianas, por dos años seguidos.
En 1963 y 1964 el Campamento se instalaría en El Perelló, una pequeñísima pedanía de Sueca, situada –como ya sucediera con Mareny– en plena Albufera.
Aunque en octubre de 1962 todavía se barajaba la idea de dos campamentos y de viajar hasta las Baleares, El Viejo ya trabajaba plenamente en el Campamento del año siguiente, fuese éste dónde fuese. Así, en octubre se organiza un festival benéfico en el Teatro Ideal Cinema, que da excelentes resultados. Y desde ese mismo mes se abren unas cartillas de ahorro para los aspirantes y numerarios que quieren asistir al Campamento, para que puedan ingresar pequeñas cantidades y se les haga menos costoso el pago de la cuota. Ese año, El Viejo vendió 40.000 pesetas de Lotería de Navidad y de El Niño, así como del sorteo extraordinario de marzo de 1963. En abril volvió a organizarse un festival benéfico en el Ideal, con malos resultados musicales pero muy buenos resultados económicos. Y a lo largo del curso la Vocalía de Campamentos organizó viajes a Granada, Toledo, Málaga y Córdoba. Todo esto era una proyección de la intensa actividad con que se vivía la preparación del Campamento. La gran cantidad de dinero recaudado permitió adquirir más material para el Campamento –por ejemplo, el 27 de junio El Viejo le pide a Victoriano Gigante que le compre las marmitas de aluminio de 50 centímetros–.
Durante este año recrece el interés de El Viejo y de la JAC de Úbeda porque el Campamento tenga carácter diocesano. Desde la Comisión Diocesana de Jaén se negarán sistemáticamente a ello: a partir de 1963 los problemas existentes entre el pujante Centro de Úbeda –con una actitud independiente, que se acrecienta con la independencia que El Viejo muestra en su actuar– y la agonizante Comisión Diocesana de Jaén no harán sino crecer, como veremos más abajo. En cualquier caso, y dentro de este afán por consolidar el Campamento como el referente de la JAC provincial, El Viejo viaja hasta Linares en marzo de 1963, para entrevistarse con los responsables del Centro linarense (uno de los más importantes de la JAC provincial) y ver la manera en que aspirantes de allí podían participar en el Campamento, idea que no cuajó, pero que nos indica el grado de libertad –la actuación de El Viejo significó, literalmente, puentear a la Comisión Diocesana– e independencia con que ya se movían la JAC ubetense en general y El Viejo en particular.
Volviendo al Campamento de 1963 cabe destacar que supuso “un grado más de superación”, y que al mismo asistieron un total de 98 personas entre acampados, mandos y cocina. Sabemos también el menú del primer día de Campamento: tras un largo viaje en tren, la expedición llegó a Valencia a las 9,30 de la mañana del 25 de julio, donde estaba esperándolos Victoriano Gigante con un camión que acarreó material y personas hasta El Perelló; El Viejo le había pedido a su amigo, mediante carta escrita el 27 de junio, que para la comida del día de Santiago, primero del Campamento, comprara 150 barras de pan de 100 gramos y 200 huevos. Igualmente le había pedido El Viejo a Victoriano Gigante, el 11 de julio, que consiguiera la licencia del arzobispado y el Ara para poder decir misa en el mismo Campamento, sin necesidad de tener que trasladarse hasta la parroquia de Nazaret, en El Perelló.
Pocos datos tenemos del segundo año de El Perelló, en 1964, un año que se inauguró con la ruptura casi definitiva entre la Acción Católica de Úbeda la Diocesana de Jaén. Todo comienza cuando el 16 de enero, desde Jaén escriben a Úbeda pidiendo colaboración económica para comprar un coche que permita desplazamientos para la realización de las tareas apostólicas. Úbeda no colabora, lo que siente mal, muy mal, en Jaén, cuya Comisión Diocesana debió sentirse tanto más molesta cuando en el otoño la JAC de Úbeda colabora con la de Valencia enviando 1.500 pesetas para reparar el coche con el que uno de los jóvenes de Acción Católica había sufrido un grave accidente. Sea como sea las relaciones son extremadamente tensas en la primavera y de cara al verano.
Así se refleja en la carta que Victoriano Gigante le escribe a El Viejo el 5 de mayo. En ella le pide que una vez que hayan instalado el Campamento en El Perelló, un grupo de la JAC de Úbeda monte el campamento de la JAC de Valencia en Riopar, muy cerca del ubetense. En Riopar se iba a celebrar un encuentro de mandos, al que asistiría gente de Valencia, Alicante, Murcia y Albacete, y Gigante le dice a El Viejo que ha invitado también la Diocesana de Jaén y que cuenta con la presencia de los amigos de Úbeda. “Sé que tus relaciones con la diocesana de Jaén están un poco tirantes”, le dice, y se pregunta cómo le sentará a El Viejo la invitación cursada a Jaén para acto seguido recordarle la divisa –“¡Siempre Unidos!”– de la Acción Católica. Desconocemos como se dio finalmente aquella reunión –es de suponer, por lo que siguió, que mal– y de aquel segundo año en El Perelló sólo sabemos que fue “un éxito de asistencia”, y que gracias a las gestiones de Gigante se compraron mesas y sillas por importe de 1.500 pesetas y cien boinas de paracaidista –posiblemente ese fue el primer año en que se fue al Campamento con el uniforme completo–, que importaron 3.675 pesetas. (La consecución de boinas y crismones será un problema constante en años posteriores, diligentemente resuelta por las gestiones realizadas, año tras año, por Victoriano Gigante.)
LA BARROSA: LA CASA DEFINITIVA.
1965 supuso el encuentro entre la Acción Católica de Úbeda y la Playa de La Barrosa, que a la postre acabaría siendo el hogar definitivo y definitorio de su Campamento. A La Barrosa se llegó seguramente de rebote, por el deseo de El Viejo y del resto de la JAC de conocer lugares nuevos y de encontrar un espacio más cerca de Úbeda. Y al final el Campamento se quedaría allí para siempre.
Curiosamente, los datos sobre los campamentos en La Barrosa son más parcos que en años anteriores, lo que da indicios del incipiente relajamiento de la estructura orgánica de la JAC de Úbeda, crecientemente centralizada en las personas de Antonio Gutiérrez y Manolo Molina, que será nuevamente Presidente a partir de octubre de 1966.
Muy pocos datos hay del Campamento de 1965. Sabemos que para el transporte del material se utiliza un camión Ebro de Juan Madrid y que tanto este año como el siguiente se organizó en unos terrenos situados junto a la mítica Venta de Manuel. El viaje duraba prácticamente toda la mañana del 24 de julio, y al llegar había que prepararlo todo: cavar letrinas, levantar duchas, preparar mesas y sillas, montar una precaria cocina –a veces los platos tenían que lavarse con arena, por no haberse acabado el agua–, montar tiendas, capilla… Aún así, del Campamento de 1965 se dice que los resultados son mucho mejores que en años anteriores, sin más. También sabemos, por una carta que el Ayuntamiento de Chiclana remite el 10 de noviembre, que la JAC se había volcado ayudando a las víctimas de la terrible inundación que la ciudad sufrió el 19 de octubre.
En 1966 el Campamento se monta en terrenos muy próximos a los del año anterior, cerca de la Torre de las Glorias. Tampoco hay muchos datos de ese año, del que se destaca en las Memorias del Curso que los campamentos “ se han realizado con gran brillantez, alcanzándose grandes resultados”. Asistieron un total de 105 personas, entre las que se incluían aspirantes de Jaén y cuatro niños de la JAC de Jódar. Para este Campamento, desde la JAC de Úbeda se había pedido autorización a la Delegación Episcopal de Apostolado Seglar para poder aceptar ayudas de organismos oficiales para “el Campamento de Aspirantes”. Se da la autorización con la condición de que la ayuda no implique, bajo ningún concepto, la intervención ni presencia directiva de las autoridades civiles en el Campamento: la Iglesia comenzaba a relajar sus lazos con la dictadura y cada vez quiere que quede más clara la separación de los campamentos eclesiásticos y los campamentos del Frente de Juventudes.
Al año siguiente el Campamento se ubica en su lugar actual, o muy cerca del mismo, y Carlos Andrade –otro de los grandes benefactores del Campamento– pone en contacto a El Viejo con unos ingleses propietarios de un pinar en venta, situado a 150 metros de la playa. El terreno gusta y aunque las condiciones de venta son desorbitadas para la época –¡700.000 pesetas en mano y en efectivo!– El Viejo dice que sí, que se quedan con el terreno: el Campamento de la JAC ha encontrado ya su casa definitiva, y existe el claro deseo de asentarse para crecer sin los sobresaltos que planteaba el tener que estar buscando un lugar diferente cada año.
Sin duda debió influir en esta decisión la tirantez creciente de las relaciones con Jaén y el hecho de que el año anterior Victoriano Gigante, uno de los grandes valedores de la Acción Católica de Úbeda y de la labor de El Viejo –llegó a defenderlos, en compañía de otros delegados nacionales, en las tensas junta nacionales en las que los representantes de Jaén arremetían contra su actitud–, hubiera dimitido como Delegado Nacional del Aspirantado de Acción Católica.
Ya hemos señalado anteriormente como desde la JAC de Úbeda se habían realizado varios intentos de que su Campamento –el único de la diócesis– tuviera el carácter de diocesano, algo que le permitiría ser incluido en la red nacional de campamentos de Acción Católica y facilitaría el ingreso de jóvenes de Úbeda en la escuela de mandos de la JAC. Todos los intentos chocan con la negativa de la Diocesana de Jaén.
Aunque el enfrentamiento venía de largo –y parece que el caballo de batalla es la condición de Diocesano que El Viejo quería para el Campamento de Úbeda, sistemáticamente negada desde Jaén–, seguramente son los sucesos de la Asamblea Nacional de la JACE de octubre de 1963 los que hagan inviable cualquier solución, por más que a lo largo de los años se intenten algunas aproximaciones, sobre todo por la mediación de Victoriano Gigante.
El 21 de octubre de 1963, Gigante escribe a su amigo Gutiérrez contándole los sucesos de la última Asamblea Nacional. Dice que en ella la Comisión Diocesana de Jaén –no había representantes del Centro de Úbeda, lo que da una idea del grado de independencia de que ya gozaba la JAC ubetense– se quejó amargamente de que había pedido ayuda a Úbeda para montar un Campamento y que el Centro de Úbeda se había negado a prestar esa ayuda, pese a que monta su propio Campamento. Por lo que se ve los representantes de Jaén cargaron directamente contra El Viejo, pues ocho asambleístas nacionales salieron en defensa de su trabajo, que por este dato es fácil suponer había alcanzado cierta repercusión dentro de la estructura nacional de Acción Católica. Como quiera que Victoriano Gigante debía conocer que el argumento de Jaén no se correspondía con la realidad –tenía constancia de los intentos de El Viejo y de la JAC de Úbeda de ofrecer su Campamento para el conjunto de la diócesis–, termina pidiéndole a su amigo Gutiérrez que “no arme la guerra de Troya”. Pero la guerra seguiría latente hasta que la Comisión Diocesana acabara consumida por su propia parálisis.
Sin duda El Viejo debía tener las cosas muy claras con respecto al Campamento y tenía que ser difícil conseguir que se apease del burro de sus ideas, lo que dificultaba el entendimiento con la Comisión Diocesana. Pero en la actuación de ésta es fácil adivinar una permanente “mala fe” con respecto al centro de Úbeda, que no cuenta con su colaboración. En este sentido cabe destacar que el 21 de junio de 1964, el Delegado Diocesano de Aspirantes, Carlos López, había escrito diciendo que el Obispo se había negado a que el Campamento fuese Diocesano, al parecer por impedimentos de las autoridades civiles (?). Es fácil adivinar que la JAC provincial no debió ayudar mucho en sus pretensiones al Centro ubetense, por lo que el encuentro en el campamento de mandos organizado por Victoriano Gigante en El Riopar debió ser cuando menos tenso.
En junio de 1965 se produce otra vuelta de tuerca en las tensas relaciones entre Úbeda y la Diocesana: la Comisión Diocesana se niega a que el Campamento de la JAC de Úbeda sea incluido en el Plan Diocesano de Acción Católica y declinan, poco amablemente, la invitación de asistir el Campamento. En 1966, sin embargo, las relaciones debían haberse recompuesto algo, pues el 8 de julio escribe Eduardo Cruz Hervás, Delegado Diocesano de la JACE, fijando una entrevista con la gente de Úbeda para concretar su asistencia al Campamento y el número de chavales de Jaén que asistirían. Pero El Viejo, receloso de la gente de Jaén, le escribe a su amigo Victoriano Gigante y le dice que en la diócesis no hay más campamentos que el de Úbeda, y que pese a eso la Comisión Diocesana le dice a la JAC de Úbeda que para ese asunto se entienda directamente con la Comisión Nacional, porque a la Diocesana “no le simpatiza en nada nuestro campamento y realmente es como si no existiera”. Sea lo que sea, al Campamento de 1966 debió asistir gente de Jaén, sin duda, pues el 1 de julio de 1967 –con las relaciones otra vez tirantes– Eduardo Medina escribe a Antonio Gutiérrez diciéndole que nadie de Jaén va a asistir al Campamento y pidiendo el envío de las diapositivas que el año anterior hizo “el chico del chalet de al lado”. A lo largo del verano debieron romperse totalmente las relaciones y el 27 de octubre el Consejo Diocesano de la JACE escribe a Úbeda una carta en la que ponen de manifiesto los graves problemas existentes entre ambos: se dice, con supuesta buena fe, que “como hombres y como cristianos” es el momento de ser sinceros y de no obstaculizarse el trabajo los unos a los otros –vamos, que en Jaén consideraban el dinamismo del Centro de Úbeda como un calentamiento de cabeza–, para terminar diciendo que la carta no se remite a nombre del Presidente del Centro de Úbeda… ¡por qué se desconoce su nombre!
Aunque a partir de esta fecha hay muy pocos datos sobre las relaciones entre la Comisión Diocesana de Jaén y la JAC de Úbeda, es fácil entender que las relaciones quedaron definitivamente rotas y que el Centro de Úbeda comenzó su andadura en solitario. Para entonces el Campamento se había convertido en un referente en toda la ciudad y en la garantía de supervivencia de la Acción Católica de Úbeda. A partir de entonces, y sobre todo cuando en los setenta y ochenta Úbeda ayude activamente a la reactivación del movimiento de Acción Católica a nivel nacional, las relaciones de Úbeda serán directamente con Madrid, sin pasar por Jaén, cuya Comisión Diocesana, por otra parte, acabará desapareciendo.
Ante esta situación, y ante las dificultades planteadas por Jaén, es fácil adivinar que cuando en agosto de 1967 se plantee la posibilidad de adquirir unos terrenos propios para que el Campamento tenga un lugar fijo se diga que sí, con impulso juvenil y tal vez sin ser realmente conscientes del reto que esto supone. Porque nada más terminar el Campamento se pone en marcha en Úbeda la operación “Metro Cuadrado”, que implica a toda la sociedad ubetense –a estas alturas el Campamento era algo muy importante en un pueblo como Úbeda– y que consigue, en un hecho sin precedentes en Úbeda, recolectar más de 150.000 pesetas, a las que hay que sumar los muchos miles que El Viejo y toda la JAC consiguen a base del constante sacrificio de organizar rifas, excursiones, vender lotería… Gentes de Úbeda y Chiclana se vuelcan con el proyecto del Campamento y finalmente se puede cumplir el compromiso de compra adquirido, escriturándose los terrenos a nombre de Antonio Gutiérrez Medina, quizá como medida preventiva y para evitar que en algún momento los problemas con la Comisión Diocesana pudieran acabar poniendo los terrenos conseguidos con tanto esfuerzo en manos de las autoridades eclesiásticas.
Pero al año siguiente hay que redoblar el esfuerzo y sacar dinero de donde las exhaustas arcas de Acción Católica ya no pueden sacarlo.
El 24 junio 1967, don Andrés López Martínez y Sillero, párroco de Cádiz que se había encargado de hacer gestiones para conseguir los permisos de Sanidad para el Campamento, escribe a El Viejo diciendo que esos permisos no se daban porque en le pinar del Campamento hay un pozo de agua que no tiene protección y porque se carece de sistema para la evacuación de excrementos. Milagrosamente, y a base de forzar muchos organismos, se consigue el permiso para 1967, pero el párroco le dice a El Viejo que los organismos oficiales –¿el Gobierno Civil de Cádiz?– habían dejado muy claro que en años posteriores las cosas no pueden hacerse así, “lo pida quién lo pida”. Así que en 1968 no queda más remedio “que hacer las cosas bien”, lo que supone acondicionar el pozo y levantar una nave de duchas y W.C., lo que importa nuevamente muchos miles de pesetas. En cualquier caso, la nave de las duchas y el pozo suponen la primera infraestructura fija que se levanta en el Campamento de La Barrosa y debieron ser, en el verano de 1968, el testimonio vivo de que la JAC de Úbeda había llegado a Úbeda para quedarse.
LOS AÑOS 70: CONSOLIDACIÓN Y CAMBIO.
El Campamento de La Barrosa era, durante los primeros años 70, un referente básico para toda la ciudad de Úbeda: a partir de ese momento, los hijos de trabajadores de empresas como las fundiciones de Fuentes y Palacín, o de El Métrico o de Talleres Costán, o de los albañiles de la Cofradía de la Soledad, comienzan a asistir becados al Campamento. El Campamento era algo asumido ya como propio por todos los ubetenses, que en muchos casos gracias a él ven por primera vez la playa. Y esto ocurre no sólo con los niños y niñas que participan en el Campamento, sino también con sus padres o abuelos, que viajan hasta el Campamento para celebrar el Día de las Familias, un acto de encuentro que durante los años en que se celebró acercó hasta Chiclana de la Frontera a miles de ubetenses.
Esta socialización del Campamento, esta interiorización por la sociedad ubetenses del Campamento como algo propio de lo que merece la pena sentirse orgulloso, coincide esto con un periodo de agitada vida interna de la Acción Católica de Úbeda.
Durante unos años se intentó poner en funcionamiento en la ciudad distintas ramas de la Acción Católica muy vivas en otros lugares y muy activas en los movimientos de oposición a la dictadura de Franco: la JIC, la JEC y la JOC, que finalmente se diluyen en la vida general del Centro. Entre 1971 y 1972 se finiquita también la Juventud Femenina, que acaba integrándose en el Centro “Virgen de Guadalupe”, formándose el 17 de septiembre de 1972 la primera Junta Directiva conjunta, bajo la Presidencia de Manolo Molina y con Josefina Espino Vecino como Vicepresidenta.
Precisamente en julio de 1972 se había organizado el primer turno de niñas del Campamento. En total, a los dos turnos del Campamento asistieron más de cuatrocientas personas, lo que da idea de la significación que el mismo tenía entonces para la ciudad. Además de esto, hay que señalar que en los años setenta se acometen otras obras en el Campamento: se levanta la casa en que se ubican la cocina, el almacén y la enfermería y se cerca el recinto.
Paralelamente la JAC vive un periodo que visto con la distancia resulta muy intenso, pese que en la Memoria del curso 72/73 se señale que el periodo se había caracterizado “por la falta de inquietud de los jóvenes”, achacando esto a la presencia de mujeres en la JAC. Se dice que el curso sólo se salvó por el Campamento y por la Semana de la Juventud, una actividad organizada desde 1967 y hasta 1975, durante el mes de abril, y que en algunas ocasiones daría serios quebraderos de cabeza sobre todo a Manolo Molina.
Y es que hay pistas y testimonios que nos hacen pensar que en los años 70 el Centro de Acción Católica –con la escuela de convivencia entre clases que suponía el Campamento– se había convertido en uno de los focos de discusión democrática de la ciudad, dentro, lógicamente, de los parámetros que son de esperar en un periodo en que se recrudece la represión del franquismo. No en vano, en toda España la Juventud Obrera Católica y la Hermandad Obrera de Acción Católica habían sido el caldo de cultivo de las Comisiones Obreras, uno de los focos más importantes de oposición a la dictadura. Algo de ese ambiente contestatario debía existir en el Centro de aquellos años, lo que hace que crezcan los choques con el poder político, muy especialmente con el Ayuntamiento, alcanzándose el punto culminante en abril de 1974, cuando la Alcaldía suspende uno de los actos programados dentro de la Semana de la Juventud: un recital poético en homenaje al poeta Pablo Neruda. A esas alturas, y con los sucesos de Chile y Portugal tan recientes y tan vivos en la mente de muchos jóvenes españoles, las autoridades franquistas extreman las medidas represoras, pero en cualquier caso la suspensión causó cierto escándalo en la ciudad y la JAC se negó a programar un acto que supliera al censurado.
En septiembre de 1975 encontramos otra pista del ambiente político que debía vivirse dentro de la JAC: en la última semana de septiembre le escriben a Manolo Molina comunicándole que la JAC de Zaragoza se ha dirigido al arzobispo de la ciudad pidiéndole que interceda ante Franco para que no se ejecuten a los presos del FRAP y de ETA, manifestando el desacuerdo con los métodos de los condenados pero reclamando el respeto a la vida, un bien sagrado. Se anima a la JAC de Úbeda a que se sume a la petición: no sabemos si finalmente se sumaron a esa ola de protestas contra el franquismo que sacudió toda Europa, pero es significativo que en la carta que Manolo Molina escribe a la Comisión Nacional, mediado octubre, ni siquiera se mencione ese hecho, tal vez por miedo a la censura, recrudecida después de la ola internacional de protestas contra el franquismo.
La Transición política traería otros cambios, entre los que destacan el fin de los uniformes que hasta entonces habían venido vistiendo tanto niños como niñas, a imitación de los de la OJE del Frente de Juventudes, y la superación del orden militar que había caracterizado al Campamento desde su fundación. A finales de la década, los dos turnos del Campamento pasarían a ser tres: uno de niñas y dos de chicos, uno para menores y otro para veteranos del Campamento. En ese momento, los turnos se nutren con chavales y chavalas de Úbeda, principalmente, pero también de lugares como Sabiote, Quesada, Cazorla, Baeza… Sin embargo, el más simbólico de los cambios se nos figura que fue la sustitución, en el mástil de la Plaza del Campamento, de la bandera blanca y amarilla del Vaticano por la bandera blanca y verde de Andalucía, así como la interpretación del Himno de Blas Infante durante el acto solemne de arriar banderas. No hay datos de cuándo se produjo este cambio, pero tanto El Viejo como Manolo señalaban que uno de los primeros lugares en los que ondeó la bandera andaluza fue el Campamento.
Dentro de esta década de historia del Campamento cabe señalar un hito importante: el 10 de agosto de 1974 se inauguraba el monumento dedicado a El Viejo, al que el Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera imponía la Medalla de Oro.
DESDE LOS OCHENTA HASTA AHORA.
Hemos señalado en varias ocasiones como durante la primera mitad de los años 80 la JAC de Úbeda contribuye al resurgir y consolidación de la Acción Católica a nivel nacional. La correspondencia entre Manolo Molina y los responsables nacionales de Acción Católica así lo atestigua. Esto, sin embargo, no significa que la JAC de Úbeda, y con ella su Campamento, pierda su idiosincrasia propia y su independencia. En realidad, Manolo Molina y la JAC de Úbeda venían prestando su apoyo a la reorganización y redefinición de la Acción Católica desde mediados de los 70 pero, curiosamente, no participan en las nuevas estructuras. La JAC de Úbeda colabora en la organización pero se queda al margen de ella, aunque intercambia material, experiencias, conocimientos. Todo menos someterse nuevamente a una estructura jerárquica: debía estar muy presente en Manolo Molina y en El Viejo el enfrentamiento con la Comisión Diocesana durante los años 60.
Por lo que respecta al Campamento cabe señalar que se buscan nuevas fuentes de financiación: además de las becas que la Sociedad Benéfica de Albañiles o la Fundición de Fuentes dan para hijos de sus socios o trabajadores, durante unos años –y hasta el traslado de la Feria de San Miguel al mítico recinto del Parque Norte– la JAC instala una Caseta de Feria en la calle Nueva. Además, se explora la vía de subvenciones a asociaciones juveniles que comienzan a dar las nuevas instituciones autonómicas, creándose para tal fin una asociación juvenil civil y paralela a la JAC, la Asociación “El Campamento”.
En 1983 el Ayuntamiento de Úbeda concede a Antonio Gutiérrez el título de Hijo Adoptivo de la Ciudad, que para él habían solicitada una Comisión encabezada por destacados miembros de la JAC y las firmas de miles de ubetenses. Aunque el Alcalde Arsenio Moreno Mendoza pretende entregar dicho título en el Campamento, el día del cumpleaños de El Viejo, finalmente el 10 de agosto sólo se realiza un homenaje a Antonio Gutiérrez en el Campamento y el título se le entrega –así lo habían pedido muchos ubetenses que querían estar presentes en el acto– en el Salón de Plenos del Ayuntamiento el día 7 de septiembre.
El Campamento, en sí mismo, sufre pocos cambios. Los turnos se amplían a cuatro, dos de niñas y dos de niños, y las instalaciones se mantienen hasta que a comienzos de la década de 1990 vuelven a sufrir una importante renovación. Es entonces cuando se remoza toda la antigua nave de duchas y W.C, que pasa a ser sólo de aseos, construyéndose una nueva nave de duchas. Además, se recrece la antigua casa levantada en los años 70, dejándose la planta baja como cocina, almacén y servicios para las cocineras y levantando una planta alta en la que se ubica la enfermería y una sala de estar. Por otra parte, y ante la creciente presión urbanística en la Playa de la Barrosa, se suprime el Día de las Familias.
Cambios urbanísticos. Esa es la tónica en aquella playa virgen a la que llegó el Campamento de la JAC de Úbeda en 1965. En los años 80 se construye el Paseo Marítimo y se levantan urbanizaciones en el Pinar de Don Jesús, pero la zona en que se ubica el Campamento sigue manteniendo aún su carácter apartado y tranquilo, pese a estar ya completamente rodeado de chalets. Los años 90, sin embargo, rompen esta tónica: los incendios de los pinares de Río Seco, de la Torre del Puerco y alrededores en los que durante muchos años se habían desarrollado actividades de los acampados, preceden al levantamiento de hoteles, urbanizaciones, centros comerciales, al trazado de campos de golf… a una modificación general del entorno del Campamento.
En la década de los 90 el Campamento viviría dos días importantes. El primero sería el 9 de agosto de 1992, cuando Manolo Molina y, sobre todo, El Viejo, ven cumplido su sueño de tener en el Campamento una imagen de la Virgen de Guadalupe, realizada por Paco Tito y vaciada en bronce. El segundo se viviría el 26 de agosto de 1994, día en el que los alcaldes de Úbeda –Juan José Pérez Padilla– y de Chiclana de la Frontera –José de Mier Guerra, otro de los grandes amigos de la JAC de Úbeda– firman en el Campamento el acta de hermanamiento entre las dos ciudades, un hecho simbólico de primera magnitud que había sido posible gracias al interés demostrado por la JAC y por Manolo Molina y El Viejo. Y un hecho que venía a reconocer que gracias al Campamento de Acción Católica, tanto la Playa de La Barrosa como la ciudad de Chiclana formaban ya parte del universo simbólico de miles de ubetenses.
Durante esta década la llegada de sabia nueva a la dirección del Campamento –Alfonso Donoso, Juan Antiñolo, Mariem Ginés…–, implica también una redefinición y “modernización” de las actividades desarrolladas en el Campamento, que se enriquecen y se diversifican.
El resto de la historia del Campamento es conocido ya por todos: la muerte de El Viejo el 10 de abril de 2000; la constitución de la Fundación que lleva su nombre y que pasa a ser propietaria de los terrenos del Campamento; los problemas endémicos desde finales de los años 60 para constituir una Junta Directiva de la JAC que funcione y asuma responsabilidades, acabando con los personalismos en la gestión del Centro; la supresión de un turno de niñas; la muerte de Manolo Molina el 3 de agosto de 2008…