HISTORIA
Santa Clara es el primer convento de monjas que hubo en Úbeda después de la Reconquista, y es uno de los dos que aún subsisten. Un documento fechado en Úbeda a “martes, doce días andados del mes de septiembre de 1290”, testimonia su existencia. La Reina Isabel la Católica se hospedó en él, el 5 de noviembre de 1489, cuando se dirigía al sitio de Baza, y dejó como recuerdo de su paso una basquiña para la confección de una casulla y de un frontal.
Las religiosas de Santa Clara disfrutaron en todo tiempo de privilegios, gracias y mercedes, ya que muchas familias ilustres de Úbeda tuvieron en este Convento, religiosas profesas que dejaron muchas de ellas ejemplo de santidad. Entre las reliquias que se conservaban en Santa Clara merece citarse un trozo del hábito de S. Francisco de Asís. Naturalmente, desde sus inicios, la edificación ha tenido muchas transformaciones.
La portada, renacentista con arco de medio punto, está ornada con los escudos de la Orden Franciscana. Hay otra portada interior, de acceso al interior de la iglesia, a la que precede un pequeño, gracioso patio; esta segunda puerta es muy notable, decorada con puntas de diamante y dientes de sierra; pueden apreciarse en ella reminiscencias mudéjares, correspondientes al primitivo convento.
En el interior sostienen el templo cuatro robustas columnas con capiteles jónicos. Existían cuatro cuadros (tablas) que representaban el Nacimiento, la Adoración de los Reyes, La Piedad y Santa Clara, de indudable mérito.; así como un retablo barroco de gran valor. Todo ello desapareció en la pasada guerra.
El 18 julio 1936. Eran 13 madres y 4 hermanas. Al tener noticias del inicio de la guerra, pasaron la noche llenas de pena y en continua oración..
El día 19, Domingo, el capellán D. Juan Villar de Dios, les dijo misa y dio la comunión a puerta cerrada. Después dio noticias a la comunidad de la situación y del peligro que corrían. No obstante pasaron la semana en el convento.
El día 26 Domingo, el capellán, consciente del peligro que todos corrían, consumió las sagradas formas y les comunicó a las religiosas la necesidad de dejar la clausura y que saliesen del convento para no ser maltratadas por las turbas que estaban muy cerca. Se dirigieron a la casa del hermano de una religiosa que vivía cerca y desde allí se buscaron refugio en casas de personas piadosas y amigas que las acogían. Ese mismo día por la tarde entraron las turbas en el convento, atropellándolo todo.
En la actualidad se venera en Santa Clara la imagen de María Santísima de la Amargura, obra muy notable de Juan Luis Vassallo (1952), que forma parte de la procesión del Cristo de la Caída. También se ha incorporado recientemente (2015), la imagen del Cristo de la Pasión o de los Costaleros, obra de las artistas ubetenses Dª María Esther y Dª Laura Moreno Obra.
Fue justo tras la Semana Santa de 1984, y debido a los problemas que las cuadrillas de costaleros asalariados habían planteado durante sus desfiles procesionales, el 12 de abril y bajo la presidencia de D. Antonio Pozas Murcia se constituía dicha Asociación. La primitiva bandera de la Hermandad fue bendecida en 1985, en la primera Fiesta Principal, celebrada por Don Eusebio Figueroa Mora, primer director espiritual y arcipreste de la ciudad.
En cuanto al interior del convento gira en torno a dos claustros, uno más pequeño, de estilo mudéjar con toques tardorrománicos, y otro mayor remodelado en el siglo XVI, con arcos de medio punto en su primera planta y galerías adinteladas con columnas sobre zapatas en la segunda. Alrededor de ambos claustros quedan ubicadas las diferentes estancias de la vida conventual, la iglesia y un huerto.
En la actualidad alberga una pequeña comunidad de monjas de clausura. Son conocidas por la elaboración y venta de repostería, entre los que cabe destacar los roscos, que se pueden comprar utilizando el torno del convento.
HORARIO DE CULTO:
SÁBADOS, DOMINGOS Y FESTIVOS: Mañana a las 9 de la mañana
LABORABLES: TARDE: Invierno (6,30); Verano (7 tarde).
EVOCACIÓN.¿QUE HABÍA DENTRO?
EVOCACIÓN
Durante mucho tiempo, el teatro de marionetas de la feria de San Miguel de Úbeda, estuvo situado junto a los muros monásticos del Convento de Santa Clara, en la plaza Álvaro de Torres”.
Los días –días de feria- eran largos, largos, porque eran días de chiquillo, días de niño, y ya se sabe que los paralelos de las horas se ensanchan en la infancia –trópico vital- y se van reduciendo hacia el polo, hacia la vejez nevada.. los días de la feria, eran largos; al final a prima noche, era la función regocijante de marionetas, en la plaza adusta, junto a los muros conventuales de Santa Clara.
Toda algazara y pitos de goma, la plaza antigua se iluminaba de candor, en eclosión de chiquillos. Nuestra fantasía de niños se prendía, se enredaba en las peripecias de guiñol; salía “una guerra”, y una “corrida de toros”, y una “borracha”, y de pronto, empezaba un concierto triste de campanas en la enrejada espadaña. Eran tañidos, como balidos místicos. Dos campanas de delgada acordancia, insinuantes, irrumpiendo en la fiesta bullanguera.
¿Por qué nuestra fantasía virgen volaba entonces, un momento, hacia dentro: traspasaba los muros monásticos?. La abuela nos lo había dicho muchas veces: “Dentro están las monjitas; no saldrán del convento ni cuando se mueran: las enterrarán allí”. Las enterrarán allí… bajo los cipreses que alzan su ofrenda por encima de los muros sombríos. Casi sin pensarlo, forjábamos una leyenda misteriosa…¿qué había dentro?
Y luego, pasada la feria, cuando en las noches lluviosas oíamos en el umbral de ensueño el tañido de las dos campanas de las monjas, sentíamos como un escalofrío. ¿Las tañían las monjitas vivas? ¿Las tañían las monjitas muertas?
Ya maduros, lejana la infancia, hemos visitado una vez, por raro privilegio, el convento de clausura. Por fin vimos “lo que había dentro”; un huerto, un reducto florecido de perfumes castos, un silencio en que anidaban las avecillas del cielo.
Y recordamos los días de infancia, cuando el teatro de marionetas. Y sentimos nuestro espíritu cercado, por los espíritus de las religiosas muertas, “enterradas allí”.
Biografía de Úbeda. Juan Pasquau